sábado, 18 de enero de 2025

Tema 1: Filosofía, ciencia y sentido común - "El banquete"

En una entrada anterior mencionamos la mayéutica, el método socrático para filosofar. Hoy hablaremos de "El banquete", un diálogo platónico que muestra a este método en acción (y el cuál podés leer completo acá).

"El banquete" relata una reunión entre varios atenienses en casa de un artista llamado Agatón que celebraba con comida, bebida y allegados el haber ganado una competencia artística recientemente. Una vez terminan de comer, deciden beber y poner una consigna para ese momento: cada uno deberá realizar, por turno, una alabanza al dios Eros, el dios griego del amor.

Comienza Fedro diciendo que Eros es el dios más antiguo y que más beneficia a los hombres ya que es el amor el que nos enseña la vergüenza. Este sentimiento nos disuade de hacer actos vergonzosos, sobre todo ante la posibilidad de que un ser amado nos vea haciéndolos. Por ende el amor nos marcaría un camino recto y honroso a seguir. Fedro ejemplifica el poder del amor al sostener que un ejército de enamorados sería el más poderoso de la tierra ya que nadie querría verse débil o cobarde ante su amado. El amor es tan fuerte, culmina Fedro, que hasta algunas mujeres (consideradas inferiores) son capaces de dar la vida por quienes aman, por ejemplo, por sus hijos.

Tras otras intervenciones, que no son mencionadas en el propio diálogo por considerarse menos relevantes, le toca el turno a Pausanias, el amante de Agatón. Pausanias sostiene que en realidad existen dos Eros, no uno, así como también existen dos Afroditas. Y es que, continúa Pausanias, ninguna acción es en sí misma bella o buena, sino que depende de cómo se haga. Por ejemplo, beber puede ser malo en otros contextos, o bueno en este, dónde además de beber se alaba a un dios. Por ende, no todo amor es bueno. Habría dos amores, sostiene Pausanias, uno vulgar de los hombres vulgares que aman a mujeres y a hombres jóvenes y otro, superior, de hombres que aman a otros hombres. En el primero, el amante prefiere a estas personas de poca inteligencia para poder disfrutar de sus cuerpos. En el segundo, los hombres (más fuertes e inteligentes por naturaleza, según Pausanias, que las mujeres) se enamoran de un igual atraídos por sus almas. El segundo tipo de amor sería más duradero ya que el alma no se deteriora, con lo cual el paso del tiempo no hace mella en este tipo de amor, pero sí en el otro, ya que los cuerpos se vuelven menos apetecibles con el paso de los años.

La próxima alabanza que recoge el texto es la del médico Erixímaco. Él amplia lo dicho por Pausanias al sostener que no solo existe amor por cuerpos y almas, sino también por otras cosas, como los animales, el amor del que nace su profesión. Así, otras profesiones incluyen amores por otras cosas que no son ni cuerpos ni almas humanas.

La siguiente alabanza es la del cómico Aristófanes que cuenta el supuesto origen de la humanidad. Así, en un inicio había tres sexos, relata el cómico, hombres, mujeres y andróginos. Y esto es porque los humanos eran seres circulares, compuestos de dos cabezas, cuatro brazos, cuatro piernas, etc., es decir, estos seres eran como dos humanos actuales abrazados que formaban un solo ser. Según Aristófanes, estos antiguos humanos eran fuertes y arrogantes y trataron de ir al Olimpo a pelear con los dioses. Estos últimos los castigaron partiéndolos a la mitad, para hacerlos más débiles. No los mataron puesto que así perderían quienes les ofrecen sacrificios y honores. El problema fue que las mitades separadas se buscaban constantemente y o morían en la búsqueda de su otra mitad, o encontraban a su otra mitad e igualmente morían puesto que no querían hacer otra cosa que abrazarse. Ante esta situación los dioses le dieron la capacidad de reproducirse a los seres humanos, para que de sus "abrazos" nacieran nuevos humanos. Finalmente, Aristófanes afirma que cada uno de nosotros es una mitad que busca su otra mitad y que solo seremos felices al encontrarla.

Llega el turno del anfitrión, Agatón, que protesta diciendo que todos los que hablaron antes de él nombraron los bienes que Eros da a los hombres, pero no dijeron nada de Eros en sí. Por ello, Agatón sostiene que Eros es el más feliz, el más bello y el mejor de los dioses; que también es eternamente joven, para mantener la belleza, y que es delicado ya que habita el alma de otros dioses y de las personas. Por último, que al inspirar a los poetas, capaces de bellos y sabios poemas, debe ser también sabio.

Y así llegamos finalmente a Sócrates que irónicamente dice que parece que él no sabe alabar, puesto que pensaba que para alabar había que decir la verdad sobre lo que se alaba, cosa que no hizo nadie previamente. Más bien todos se dedicaron a decir lo mejor y más bello que podían decir sobre Eros sin importar si era una verdad. Tras esto, el filósofo se propone a usar la mayéutica con Agatón, para que sea el anfitrión el que termine llegando por él mismo a la verdad sobre Eros. Estas son las preguntas de Sócrates, con las consiguientes respuestas de Agatón.

  • ¿Es Eros amor de algo? Sí
  • ¿Se desea lo que se ama? Sí
  • ¿Alguien desea lo que ya tiene? (por ejemplo alguien fuerte ser fuerte) No
  • ¿Se desea lo que no se tiene? Sí
  • ¿Eros ama la belleza? Sí
  • ¿Entonces si ama la belleza no es bello? Sí
  • ¿Y, dado que lo bueno es bello, si Eros no es bello no es bueno? Así parece...

Tras este intercambio Agatón termina concluyendo que Eros es feo y malo, lo cuál no tiene sentido para el dios del amor. Entonces Sócrates se propone resolver esta aparente incoherencia.

Nuevamente Sócrates empieza con una ironía, diciendo que lo que sabe de Eros lo aprendió de Diotimia, una mujer (recordemos que los griegos en general consideraban a las mujeres inferiores). El filósofo plantea el paralelismo al interrogar si todo aquel que no es sabio es necesariamente ignorante. Entonces, así como hay algo intermedio entre la ignorancia total y la sabiduría absoluta, así también hay un intermedio entre la belleza y la fealdad y entre lo bueno y lo malo. Eros, dice Sócrates, ama la sabiduría de las cosas más bellas y ¿qué tipo de ser ama la sabiduría? uno que no sea ni el sabio, que ya la tiene, ni el ignorante, que la desprecia. Ese ser no es otro que el filósofo, el amante de la sabiduría, por lo cual Eros sería más bien el dios de los filósofos, antes que el dios de los artistas, como creía Agatón.

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